¡En Radio Mil! ¡En Radio Mil hay guantes de carnaza!

19.09.2015 16:51
07:19 horas: la Ciudad de México empieza a moverse. Una voz fresca, trata de tranquilizar a la audiencia. Es la de Javier Trejo Garay, locutor en turno, en la XEOY, Radio Mil.
 
07:21 horas: el reportero abrevia el momento: sabe que tiene que salir a trabajar. El director de la División Noticias del Núcleo Radio Mil, Juan José Bravo Montoy (qeod), ha dado ya las primeras instrucciones a su equipo.
 
El sismo de 8.1 grados Richter ha cesado. La gigantesca capital mexicana muestra sus primeras heridas.
 
Bravo Monroy, el mejor reportero radiofónico en la historia de nuestro país, se hace cargo de la transmisión especial. Lo que se pensaba originalmente  como un esfuerzo meramente noticioso, se convierte en un trabajo de coordinación, que hoy sería definido como de protección civil.
 
-Se vino abajo el Hotel Regis...
-Se cayó la Súper Leche...
-Hay daños severos en el Centro Médico Nacional...
-La zona centro de la capital se ha colapsado...
-Se reportan daños en Tlatelolco...
 
El reportero recorre la delegación Gustavo A. Madero. Luego se dirige a la Unidad Habitacional Nonoalco Tlatelolco, enclavada en la delegación Cuauhtémoc, la del Águila que Cae. Sus pasos tienen un punto específico: el edificio Nuevo León. Cuando llega, sigue viendo muerte. Sigue percibiendo el olor a gas. Continúa escuchando los gritos de soldados, bomberos, policías, civiles: "Aquí se oyó algo...! ¡Pásenme un pico, pero ya!"  
 
Transcurren las horas. Al filo de las 4 de la tarde, algunos vecinos, desesperados, comienzan a gritar: "¡Prensa, Prensa, Prensa!"  Los reporteros los rodean: "¡Van a meter la maquinaria pesada y hay gente viva abajo! Un perrito acaba de salir... ¡No los dejen, no los dejen!" Todo queda en una falsa alarma.
 
Una hora más tarde, luego de tratar de comunicarse a su redacción desde la Subdelegación correspondiente a Tlatelolco, localizada muy cerca del Nuevo León, el periodista del NRM recorre los alrededores de la torre colapsada. El panorama también es desolador.
 
Las largadas cadenas humanas trabajaban sin cesar. De pronto, alguien extrae una hermosa tortuga de peluche verde. Es de gran tamaño. Su caparazón luce cuadros azules, amarillos, naranjas, blancos... Enseguida, de la misma ventana, sacan a un hombre sin vida. Sólo cubierto con una trusa roja. Luego, a una niña, dormida para siempre.
 
El reloj avanza con rapidez. El rescate, en cambio, progresa poco, pese a tantos socorristas, soldados y voluntarios.
 
La noche cae sobre Tlatelolco. Los enormes reflectores traídos por el Ejército hacen que el paisaje luzca aún más tétrico. El olor a gas es intenso. Los cubrebocas son insuficientes. Los picos y palas, también. Las nubes de polvo forman figuras caprichosas cuando cruzan por los haces de luz, que se dirigen al Nuevo León y otros edificios colapsados.
 
Bravo Monroy continúa con la transmisión, a través del NRM, todo, en cadena: La Pantera, Radio Mil, Radio Sinfonola, Radio Onda, Radio Eco, Estereomil, Sonomil. La indicación del presidente de la empresa, licenciado E. Guillermo Salas Payró (también finado), es servir. La del director general, don Carlos Flores Álvarez, también.
 
Periodistas y locutores, hermanados, se mantienen firmes, a pesar de la fuerte réplica nocturna de ese 19 de septiembre de 1985.
 
A varios kilómetros del edificio del Núcleo Radio Mil, situado en Insurgentes Sur 1870, colonia Florida, en la Zona Azul y Oro, el bisoño reportero del NRM hace una pausa. Trata de beber algo. Se queda quieto. A su derecha, las ruinas del Nuevo León. A su izquierda, las del edificio contiguo, que también se dañó fatalmente.
 
La zona está acordonada por el Ejército. De pronto, a lo lejos, el periodista del NRM escucha:
 
-¡Necesitamos guantes de carnaza!
-En Radio Mil. ¡En Radio Mil, hay guantes de Carnaza!
 
Fue en ese momento, cuando el reportero terminó de aprender que la Radio no debe ser sólo un negocio, sino que tiene el deber -ante todo- de servir a los demás.
 
Ya entrada la noche, hecha la cobertura, regresa a las oficinas del Núcleo. ¿Cómo? No lo recuerda. La memoria se ilumina otra vez en el momento en que sube las escaleras y se encuentra, en la zona de oficinas, en el primer piso, al señor Carlos Flores, el director general de la Empresa:
 
-Tome, Jorge -le dice sonriente, mientras le extiende la mano, para ofrecerle un caramelo. "Tome: a pesar de todo, se vale endulzar un poco la boca".