Zarandearán a Duarte de Ochoa sin romper con la estructura corporativa de la corrupción en México
El PRI expulsó al gobernador con licencia de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, hasta que se fugó. El gobierno federal lo aguantó hasta que la situación se hizo políticamente insostenible, por la proximidad del proceso electoral en el Estado de México. Duarte es un peligroso lastre.
Para el Gobierno y el PRI, perder el Estado de México en el 2017 sería como anticipar la derrota en la elección presidencial del 2018.
El sistema priista -es bien sabido- es muy hábil, sin embargo, para capitalizar este tipo de circunstancias. Seguramente, montará todo un teatro mediático y hará parecer que se descargará "todo el peso de la ley", sobre el ex mandatario veracruzano.
El proceso judicial avanzará paralelo al proceso electoral; el PRI se presentará como el partido impoluto, tratando de mantenerse en competencia para la elección presidencial.
El tiempo pasará, los cargos habrán de desvanecerse y quién sabe, pero hasta podrían devolverle toda su fortuna, como sucedió con Raúl Salinas de Gortari.
Si el régimen quisiera, de veras, acabar con la corrupción, daría pasos concretos. La lista de corruptos es tan amplia que podría demostrar que no se actúa de manera selectiva, como lo hace con Duarte de Ochoa.
Pero no lo hará, aunque esté próximo a operar el Sistema Nacional Anticorrupción. Y no lo hará, porque depende, para subsistir, de una vastíima red de complicidades.
El gobierno y el PRI aplicarán algunos "quinazos" y "elbazos" más, sin dañar la estructura del régimen. Lo hará pensando que con eso le alcanzará para poner a José Antonio Meade en la Presidencia de México. Con lo que no cuenta es que el establishment que pondrá a Hillary en la Casa Blanca puede hacer lo propio con Margarita Zavala, en Los Pinos.
En conclusión: zarandearán a Duarte de Ochoa, sin romper con la estructura corporativa de la corrupción en México