El destacado papel de la mujer en la Civilización del Anáhuac

07.03.2016 21:17
La autora es Coordinadora de Investigación y Vinculación del Centro Interdisciplinario de Bioética de la Facultad de Medicina de la Universidad Panamericana, Campus México.
 
El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer y quisiera compartirles el importante papel que esta tenía  en la cosmovisión de las culturas Mesoamericanas y que se hacía presente todos los aspectos de la vida cotidiana. 
 
Primeramente tenemos que reconocer, que en realidad sabemos muy poco de cual  era la situación de la mujer en el periodo prehispánico, no obstante lo importante del argumento.  Sin embargo existen diversas  fuentes que pueden orientarnos, en particular: mitos, codices, discursos de tradición oral (huehuetlatoli), que describen cómo eran las relaciones entre los sexos.  Basados en ellas y en la tradición conservada, algunos estudiosos, encabezados por León Portilla nos dicen que  la cosmovisión mesoamericana concebía el destino de la mujer, desde su nacimiento, para ser educada de tal manera que llegara a ser modelo de esposa, madre y una fiel servidora de los dioses; su nacimiento se consideraba una bendición y se le comparaba con el jade, una turquesa divina…
 
La misión principal en la vida de las mujeres de la civilización del Anáhuac era la procreación. La riqueza en descendientes era un bien muy preciado en los pueblos de habla náhuatl que practicaban la filosofía del Toltecayotl. Y aquella que muriera durante el parto, especialmente si se trataba de una primeriza, se convertía en una de las mujeres del cihuateteo, es decir, una divinidad femenina. Se consideraba el trabajo del parto como el equivalente de la acción de los guerreros en la batalla y muerte durante el parto, análoga a la que éstos podían sufrir en la guerra florida o en la piedra de los sacrificios. Es así que valiente y guerrera, la mujer podía surgir del parto vencedora, trayendo a la tierra una nueva vida y la partera saludaba al recién nacido (el pequeño prisionero) con gritos de guerra, al mismo tiempo que alababa a la madre por su valor como guerrera. Si moría, entraba en el mundo de los dioses para acompañar al sol en su descenso.
 
"Convertirá en cierta y verdadera la palabra de los dioses que ha de haber siempre generación en la tierra, no deberá temer, pues si los dioses así lo disponen podrá tal vez morir en su oficio de madre.  Habrá entonces cumplido su suprema misión como mujer. Al igual que la diosa madre habrá peleado con fuerza. Como los guerreros, también ella a su modo, podrá acabar llevando prisionero en su seno a un ser humano. Y si al tratar de introducirlo en la vida ella perece en el intento, pasará a ser compañera del sol, mujer divina que ha entrado a la región donde moran los dioses"(1).
 
Es así que León Portilla resume en estas palabras, la consideración del status de la mujer náhuatl al convertirse en madre, es ser continuadora del trabajo de los dioses. Bellas metáforas la definen en su naturaleza haciéndola merecedora de respeto y honor, es además, el rescoldo del hogar, luz, tea, espejo, bellas palabras que definen a la mujer como el alma de su hogar, de su familia.
 
La atención del embarazo y el parto ofrece un excelente ejemplo de la sólida integración entre elementos religiosos, creencias mágicas y la aplicación de conocimientos obtenidos por observación, notándose la más completa congruencia tanto en sus fines como en sus contenidos.
 
Pero esta visión de León Portilla compartida por algunos otros historiadores, filósofos y antropólogos como López Austin y Laura Ibarra, además de no ser la única, es parcial.  No resulta  completa, si no tomamos en cuenta los aportes de investigadores de este siglo como lo son: Guillermo Marin,  Mauricio Tapia, entre otros, que nos aclaran mucho acerca  del aprecio por la mujer que se tenia en  el Anáhuac. Una vision que debe ser difundida para evitar que se cometan interpretaciones erroneas y mal fundamentadas  que solo crean confusión y no conocimiento, haciendo creer como en la obra: La Mujer Azteca, que la condición de la mujer en la época prehispánica no era otra que la del sometimiento y la carga laboral que la hacia una fuente gemeraddora de productos básicos pero sin derecho a ellos y con acceso muy limitado. Y que en cuanto a la organización y administración de la familia era considerada como responsable absoluta. escalava del matrimonio y el cuidado de los hijos (2). Nada más lejos de la verdad.
 
En el Anáhuac, en base a los principios masculino-femenino, naturalezas distintas y complementarias una de la otra, se basaron ciertas distinciones, especialmente en el reparto de actividades y responsabilidades,  En ambos había la conciencia de que según fuera el cumplimiento de sus tareas, sería el mundo (3). Por lo que la responsabilidad, el papel de la mujer en el mundo anahuaca era de suma importancia y se dejaba ver en todos los aspectos de la vida. La mujer y el hombre, como lo hemos ya señalado, complementaban sus diferencias, se les consideraba distintos pero con el mismo valor. Las diferencias eran un valor y no una debilidad.  
 
El hombre y la mujer tienen diferencias evidentes, tanto en el aspecto físico como en el aspecto mental y sentimental, diferencias que complementan a un sexo con el otro haciendo que unidos sean muy poderosos. Nunca se denigró a la mujer ni se le tomó como un ser inferior cuya mentalidad le impedía gobernar o dirigir, tal y como ocurrió con los filósofos griegos de la antigüedad. Tal es así que en la “Tira de la peregrinación” , como bien señala Mauricio Tapia, donde se relata el gran viaje que protagonizaron los aztlaltecas, hay tres dirigentes masculinos y una mujer (Chimaltli) que va a su lado como una dirigente más. Pero fundamentalmente está el hecho de que todos nacemos de una mujer, pero para que esta mujer pueda concebir una vida requiere de un hombre, por lo que ambos son tan importantes aunque jueguen roles distintos.
 
Todos tenemos algo de nuestro padre y algo de nuestra madre, sin importar el sexo que tengamos. Tenemos una parte masculina y otra femenina, un lado izquierdo y un lado derecho, pero ninguno es más importante que el otro, ambos se complementan a la perfección. Estas observaciones se aplicaban a todos los aspectos de la sociedad y la naturaleza, así se encontró forma a los volcanes de hombre (Popocatepetl) y de mujer (Itzaccihuatl), acompañados por siempre uno al lado del otro.
 
La importancia de la existencia de la dualidad era evidente en todos los aspectos filosófico-religiosos del Anáhuac.  Tanto es así que todos los símbolos filosóficos a los que se les ha mal llamado dioses, tienen una manifestación masculina y otra igual de importante femenina. Es así como Ometeotl está formado por Omecihuatl (mujer dualidad) y Ometecuhtli (hombre dualidad). De igual manera las manifestaciones de la naturaleza tenían su contraparte complementaria, por ejemplo Tlaloc es el licor de la tierra, es la parte masculina del agua y se manifiesta con las aguas verticales. Su complemento femenino es Chalchiuhtlicue, la señora de las aguas horizontales, o sea los lagos, mares, ríos. Sin la lluvia no pueden crearse los lagos, pero sin la presencia de mares y lagos las nubes no existirían. Uno requiere del otro para existir aunque tienen naturaleza diferente, las nubes riegan aquí y allá nutriendo todas esas aguas estancadas, los lagos contienen el agua de lluvia y su evaporación procura las nubes. Sin ella él no existe y viceversa.
 
El machismo y la discriminación que existe y se ha dado en México no es de cierto, una herencia del Totecayotl. La virginidad carecía de importancia, el sexo no era un pecado sino todo lo contrario, la base de nuestra existencia. Ninguna mujer perdía su valor por haber mantenido relaciones sexuales o por carecer de himen, y menos aún por ser viuda o divorciada. Las afirmaciones de utilizar “doncellas vírgenes” para realizar sacrificios carecen de fundamento y de fuentes primarias. La casa de las mujeres, el cihuacalli, ha sido mal interpretado por los cronistas antiguos como una casa de prostitución, siendo que era una escuela destinada a las cuestiones particulares de la mujer, un lugar donde a las niñas que habían empezado a ser mujeres a la llegada de su primer menstruación, eran educadas en todos aquellos aspectos que son transmitidos de mujer a mujer y en un ambiente de total confianza y confidencialidad. Además las mujeres tenían derecho a la educación que recibía cualquier hombre en el tepochcalli, cuicacalli o calmecac.
 
Las mujeres tuvieron un papel importantísimo en la creación de los alimentos y medicinas que han llegado hasta nuestros días, eran versadas personas de medicina y sabiduría cuyos conocimientos eran tan valiosos e importantes como los de cualquier hombre.
 
El valioso rol de la mujer y la importancia del lado femenino de nuestras vidas son cuestiones filosóficas de la mexicanidad que por nuestro bien debemos recuperar, mantener y aplicar diariamente en nuestras vidas. Si pretendemos crear un México con igualdad y justicia, primero debemos tenerla con nuestros núcleos sociales y familiares, el resto será consecuencia de empezar a vivir en un mundo con auténticos valores que equilibren perfectamente lo masculino con lo femenino.
 
No somos iguales, pero tenemos el mismo valor.
 
Notas
 
1. LEON PORTILLA MIGUEL, Toltecayotl aspectos de la cultura náhuatl. Fondo de Cultura Económica. México 1993, p.424
2. Cfr. RODRIGUEZ SHADOW MARÍA, La Mujer Azteca. UAEM. México 1991
3. Cfr. DIAZ INFANTE Fernando, La educación de los aztecas. Panorama. México 1992.