El hombre: orígenes del caos

25.05.2015 20:05
Se ha venido descubriendo, paso a paso, que la corrupción social comienza en el hogar. ¿Y por qué? 
 
En reciente análisis de la situación de México, se puntualizó por estudiosos que es en la familia donde se incuban: la falta de valores axiológicos; la escasez o nulidad de la educación; la ausencia de buenos hábitos; el resquebrajamiento del nacionalismo; la delincuencia generalizada y etcétera, etcétera. Todo esto parte de otra ausencia frecuente, la de la figura masculina en el hogar.
 
Y eso pasa no sólo en México, sino en el mundo actual. Ocurre por la sencilla razón de que el hombre es el macho en la pareja. El macho se auto sobreestima, vamos, se sobrevalora. Se considera superior ¡y no lo es! El equívoco incluye a gran parte de la humanidad. La mujer, la otra mitad de la pareja, siempre ha sido considerada inferior al varón, injustamente. Ese desequilibrio en el cual influyen bastante las religiones, es discriminación.
 
Discriminación que ha dado frutos negativos, de muerte, con el feminicidio impune; y lo que es más, la disolución de la familia.
 
En efecto, al abandono del hombre, su desprecio, la mujer reacciona no siempre con el cumplimiento de los deberes de su sexo.
Mucho ha tenido qué ver la subcultura norteamericana. La vecindad con los Estados Unidos nos perjudica. 
 
Presidentes neoliberales, con Enrique Peña Nieto al frente de otros, es de donde se desprende que son tan malos como los marxistas-leninistas: Cárdenas, Echeverría, etcétera. Unos y otros no respetan la vida. La degradación vino a México aparejada al divorcio, al aborto, al homosexualismo reconocido y exaltado. ¡Aberrante! El remedio aplicado por las feministas, está fuera de la prudencia y la razón.
 
No es cierto que la mujer sea la dueña absoluta de su cuerpo, como afirman las ultra feministas, y no está facultada para exterminar al feto.
 
El liberalismo sexual no desaparece asesinando bebés no nacidos. El de una manera brutal que los matan en el vientre de la madre que está de acuerdo.
No se acabará con las madres solteras con apoyos económicos del gobierno. Ellas son una parte del problema. El desplome familiar proviene de obligarlas a trabajar para suplir los ingresos del padre que nunca está. Eso sólo consigue desintegrar a la familia y ocasionar el hundimiento de la niñez y de la juventud. La madre, casi nunca educa. Es demasiado trabajar fuera y gobernar dentro. Los chicos se aprovechan.
 
La tarea por cumplir es despertar el sentido de responsabilidad inexistente en la generalidad de los señores. Y ya es mucho decirles “señores”. Es preciso hacerlos hombres, no fantoches.
 
En cuanto a ellas, falta despertarles  el instinto maternal adormecido. ¡Evitar el asesinato legal de sus hijos, en su propio vientre, con una crueldad inhumana!
Aquellas madres que consintieron en exceso a sus retoños del llamado sexo fuerte (¿?) ya podrán arrepentirse por haberlos convertido en monstruos.