La crisis mexicana tiene su origen en el Martirio del Gólgota

30.04.2016 20:31
Por: Germán de la Guardia.
Fotos: Wikipedia.
 
Se equivocan quienes piensan que la agonía de la Patria mexicana es obra de la casualidad. La actual crisis es el resultado de una conspiración que tiene sus raíces históricas en el deicidio cometido por el Sanedrín y en sus revoluciones posteriores.
 
Adivinamos las sardónicas sonrisas de los enemigos de nuestra Fe y sus argumentos poco contundentes, como el de que México surgió mil 900 años después del crimen del Gólgota. Tal planteamiento, sólo en apariencia razonable, esconde la siguiente verdad: se han ensañado con la nación mexicana por ser católica.
 
Como el tema da para mucho, comencemos pues a exponer nuestros argumentos probatorios, partiendo del complot contra Nuestro Señor Jesucristo.
El Sanedrín condenó injustamente al Mesías porque le negó el reino sobre este mundo. 
 
Recuérdese, por lo demás, que el diablo ofreció todos los reinos de la tierra a Nuestro Divino Salvador -cuando concluyó su ayuno y oración de 40 días en el desierto- a cambio de que se postrase y lo adorara. 
 
La Redención obró contra la esclavitud del pecado, no contra la subordinación de Judea a Israel.
 
Así pues, desde el Martirio del Gólgota, el poder diabólico encarnado en los conjurados del Sanedrín, dispuso calumniar, perseguir, encarcelar, atormentar y asesinar a los apóstoles y primeros discípulos de Jesús.  El Antiguo Testamento se erigió, por lo tanto, en enemigo mortal de la nueva y verdadera Iglesia.
 
La conversión de la Roma pagana (año 313 de nuestra era) significó para el Sanedrín un período de derrota y oscuridad que se habría de prolongar por espacio de mil años. La doctrina católica llenó de fe, esperanza y caridad a la Europa medieval hasta que la revolución del Sanedrín recuperó fuerza con personajes tan siniestros como Lutero, Calvino y Swinglio.
 
La reforma luterana (1517) y las otras que se le asociaron tuvieron como finalidad acabar con la Iglesia católica. Es bien sabido que no lo consiguió, pero que sembró la semilla modernista que logró apoderarse del papado y de la mayor parte de los puestos eclesiásticos a partir de la entronización de Juan XXIII (1958) en la cátedra de Pedro.
 
¿Pero -dirán algunos- que tiene qué ver esto con México? Mucho. Todo, como lo demostraremos a continuación:
 
1.- La España de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón comenzó su labor evangelizadora en las que ahora son nuestras tierras, en 1521. Lo hizo apenas cuatro años después de que Lutero (foto de la izquierda) inició su revolución contra la Iglesia.
 
El moderno Sanedrín no podía consentir el florecimiento del catolicismo en América y desde ya se puso a conspirar contra el reino español y contra las colonias de éste, en América. De entonces, pues, data la campaña de desprestigio contra la Madre Patria.
 
El Sanedrín ya no actuó solo. Tuvo en las sectas como las protestantes y puritanas, a eficaces aliados. También, en las logias masónicas. (Nótese, por ejemplo, cómo los nuevos pontífices y escribas del Sanedrín, así como sus secuaces en las sectas heréticas y en las logias diabólicas, nada dicen del exterminio de la población indígena en lo que hoy es Estados Unidos y que, en cambio, se rasgan las vestiduras porque los misioneros españoles rescataron a los naturales del Anáhuac de las garras de sus ídolos sanguinarios.
 
El triunfo de los puritanos en lo que hoy es Estados Unidos se cifró en la doctrina de la predestinación, sistematizada por Calvino (foto inferior) según la cual ese pueblo fue escogido por Dios para subyugar a los demás. ¿No es acaso el mismo argumento de los deicidas encabezados por Caifás y Anás? ¿Y no acaso el calvinismo finalmente fue contenido por la Iglesia católica?
 
Nadie, pues, que tenga un conocimiento básico de la historia patria puede dejar pasar que desde que Estados Unidos se proclamó como nación puritana independiente (1776) comenzó a preparar sucesivas embestidas contra nuestro México católico.
 
Cuando Iturbide consuma nuestra independencia (1821) y forma el Primer Imperio Mexicano, sustentado en las tres garantías (Religión, Independencia y Unión), el calvinismo anglosajón acelera sus preparativos de conquista y envía al alto jefe masón Joel R. Poinsett a minar los cimientos de la nueva nación y a promover la división entre los mexicanos.
 
Los judíos Carlos Marx y Federico Engels sistematizaron la lucha de clases en el Manifiesto del Partido Comunista de 1848. Poinsett la aplicó aquí, 27 años antes, mediante su indigenismo engañoso. No debe extrañar que hijos ideológicos de Poinsett, como Valentín Gómez Farías y Benito Juárez, fueran partidarios del protestantismo y enemigos acérrimos del catolicismo.
 
2. La Nación mexicana se consolida a partir de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, ocurridas 14 años después de la revolución protestante de Lutero. La Guadalupana facilita la fusión racial que habría de surgir casi 300 años después, en 1521, con la consumación de la Independencia. Ser mexicano fue, ha sido y será sinónimo de ser guadalupano. La identidad nacional pasa por el pequeño cerro del Tepeyac.
 
Pero da la “casualidad” de que protestantes y demás herejes niegan la virginidad de María y, por ende, las apariciones guadalupanas. Coinciden -y esto no es casual- con los masones, liberales, marxistas, anarquistas y demás.
 
3. El asalto a Roma y la entronización de la peor de las herejías, el modernismo, en la sede de San Pedro, comenzó a debilitar la tarea evangelizadora, educativa y promotora del nacionalismo y el amor a la Patria, entre todos los católicos del mundo. Los efectos devastadores de este plan son más notorios en Brasil y México por ser los países con mayor número de fieles a la verdadera doctrina de Nuestro Señor Jesucristo.
 
Aquí, la pérdida de vocaciones está a la vista de todos. Y la de fieles, también. En cambio, florecen los grupos protestantes. ¿Por qué será? Porque los Juárez y Gómez Farías siguen gobernando.
 
4. La disolución de las costumbres, permitida bajo los argumentos de la tramposa “libertad religiosa”, ha afectado gravemente nuestra identidad nacional. Los brujos y hechiceros son llevados a las residencias de los poderosos y promovidos en los medios de comunicación.
 
La música y los ritmos como los del vudú bombardean constantemente las mentes y los espíritus de la mayoría de los mexicanos. Bailes como los del “reguetón” y el “perreo” promueven la degradación sexual. Las canciones de las “bandas” hacen apología de los narcotraficantes y azuzan al consumo de los más peligrosos venenos.
 
En las altas esferas políticas no pierden ocasión de rendir honores a la bandera, al tiempo que con sus actos de corrupción, provocan el rechazo a los símbolos patrios.
 
Nada, pues, es casual. Tendremos ocasión más adelante -si Dios no dispone otra cosa- de profundizar en el tema.
 
A manera de conclusión sólo diremos lo siguiente: hacerles el juego y ser consumidores de sus productos y “servicios” sólo aplana el poco camino que le queda por recorrer al Anticristo.