Por qué Carstens no debe seguir

17.09.2015 17:10
Posicionamiento de la Vicecoordinadora del PRD, leído hoy ante el pleno del Senado de la República.
 
Este Senado de la República  resolverá hoy la ratificación o no del Dr. Agustín Carstens como Gobernador del Banco de México, sin haber tenido oportunidad de escuchar su visión para los próximos seis años de esta importante institución. Creo que ninguno de nosotros podría objetar que el Dr. Carstens reúne los requisitos contemplados en el artículo 39 de la Ley del Banco de México. Eso no es el punto central.
 
Por mandato constitucional el objetivo prioritario del Banco de México es “la procuración de la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional”. En el Artículo 2 de la citada ley se establece que “El Banco de México tendrá por finalidad proveer a la economía del país de moneda nacional. En la consecución de esta finalidad tendrá como objetivo prioritario procurar la estabilidad del poder adquisitivo de dicha moneda. Serán también finalidades del Banco promover el sano desarrollo del sistema financiero y propiciar el buen funcionamiento de los sistemas de pagos”.
 
Estos son objetivos que a todas luces no se han cumplido durante los últimos años. Como sabemos, durante este sexenio se ha presentado una de las devaluaciones más importantes en la historia reciente. Se ha alcanzado una devaluación acumulada de hasta casi 30% en lo que va del sexenio de Peña Nieto. Aunque siempre se puede señalar que se trata de un fenómeno global de apreciación del dólar como lo ha justificado el gobernador del Banco de México, algunos analistas ya reconocen que: “la fortaleza del peso sólo era aparente y poco duradera. Lo que dio fuerza al “superpeso” fue la oleada masiva de capitales “golondrinos”” que vinieron desde el norte a causa de la política orquestada por la Reserva Federal (Fed) en Estados Unidos y la crisis económica en Europa.
 
A partir de la crisis financiera mundial de 2008, los países avanzados disminuyeron considerablemente las tasas de interés, lo que propició un flujo de inversiones en cartera hacia los mercados emergentes. Entre 2009 y 2013 ingresaron a México 225 mil millones de dólares de capitales especulativos, para acumular un total de 473 mil millones de dólares en 2013. Este tipo de inversión supera ya a la IED acumulada que a diciembre de 2013 se ubicó en 389 mil millones de dólares.
 
Otro de los aspectos macroeconómicos que el Banco de México aduce como fundamentales para mantener la estabilidad financiera es el de que la deuda pública se mantenga a niveles sostenibles. Tanto el Banco de México como la SHCP han señalado reiteradamente que la deuda pública está en un nivel manejable y no constituye un riesgo. Sin reconocer el hecho de que en los últimos años haya crecido de manera importante. En 2007 representaba el 18.1% del PIB, para 2013 aumentó al 37.0%, superando el nivel que tenía en 1990, y para junio de 2015 se alcanzó un máximo histórico de endeudamiento del sector público del 42.2% del PIB.
 
El elevado nivel de pasivos constituye un serio riesgo para las finanzas públicas que de no atenderse adecuadamente pueden ocasionar un serio problema para la estabilidad financiera de largo plazo y no hemos escuchado a Banxico advertir sobre ello. Lo cierto es que hoy las condiciones cambiaron y en el país se viven los efectos, con la “primera gran devaluación” del milenio.  Tal y como nos tienen acostumbrados los gobiernos priístas de antaño.
 
Más importante aún resulta las razones que explican la reciente inflación y que según lo señalado por el propio Gobernador del Banco de México, y cito: “Todo lo anterior, en un contexto de una demanda agregada débil, ha contrarrestado algunos costos mayores en insumos importados causados por la depreciación de la moneda nacional”[1] Dicho de otra forma, es el reconocimiento que la baja inflación se debe al muy bajo dinamismo económico que afectan el consumo interno y las inversiones. Se trata pues, como han señalado diversos expertos, de un país con una demanda agregada débil,  es la endeble economía nacional la que permite el sostenimiento de la actual situación inflacionaria y que han presumido el gobierno y el Banco como si fueran méritos para enorgullecerse.
 
Como el propio Banco de México ha manifestado en diversos foros, “La estabilidad de precios no es un objetivo en sí, sino el medio a través del cual el Banco de México contribuye al objetivo último de la política económica, que es mejorar el nivel de bienestar de la población”.
 
El costo de la política se refleja desde luego en los niveles de vida de las y los mexicanos. Un ejemplo claro es que la inflación del precio de los alimentos está por encima de la meta de inflación del Banco de México.    El costo de la canasta básica ha mantenido un crecimiento mayor al 4%, con un promedio de 5.77% de 2012 a 2014, según INEGI. Este incremento de precios es el que más afecta a la población, sobre todo a la de menores recursos.
 
La reducción de las tasas de interés, derivada de la política monetaria aplicada por el Banco de México, ha beneficiado en mayor medida a los intermediarios financieros que a los acreditados y no ha incentivado el crecimiento del financiamiento, sobre todo a las empresas, siendo una de las causas que explican los bajos niveles de inversión que apunta el propio Carstens como una debilidad de la economía mexicana.
 
El desempeño de la institución debe entonces sopesarse por sus resultados sobre la sociedad, más allá de su vinculación con empresarios o con el grupo gobernante.  Acá la pregunta clave es si es conveniente la permanencia del Dr. Carstens para el país, si el banco central no peligra en su carácter autónomo con un Presidente que ha utilizado de manera facciosa las instituciones del gobierno. La pregunta clave es si su nombramiento otorga certidumbre a los inversionistas y sobre todo a los organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, pero a costa de agudizar la tendencia de precarizar los salarios en aras de sostener artificialmente la inflación. Acá la pregunta clave es si su permanencia no abonará a la instrumentación de un modelo económico que ha sido pernicioso para millones de mexicanos que viven una grave desigualdad.
 
Está claro que la contención de la inflación es una tarea clave del Banco de México. Ese es un punto favorable durante su gestión. Lo que no está claro es a qué costo, porque en aras de mantener las tasas de inflación bajas (de 3% o menos) se seguirán perdiendo empleos y conteniendo los salarios, lo que viene a agravar la débil situación del mercado interno que ha criticado el propio Carstens, es decir, pareciera que el Gobernador del Banco de México tiene claro el problema pero no se atreve a plantear alternativas a las aplicadas por más de treinta años por gobiernos priístas y panistas a los que debe el cargo.
 
También hay que preguntarse si la política monetaria contrae los salarios  y precariza los pocos empleos que se crean para contener la inflación. Entre 2007 a 2014 se perdieron 3.2 millones de empleos de ingresos superiores a tres salarios mínimos, siendo reemplazados por 5.4 millones de empleos, pero con ingresos inferiores al mismo parámetro[2].
 
No se puede hablar de autonomía en un contexto donde las lecturas sobre el rumbo del país son las mismas. A pesar de que Banxico continuamente tiene que corregir los datos de crecimiento económico a Hacienda para estimarlos a la baja. En la más reciente propuesta de Criterios Generales de Política Económica, el Ejecutivo se ufana de una recuperación del poder adquisitivo del salario de 1.3% entre enero y junio de este año. ¿Es esto suficiente en un contexto donde los salarios de los trabajadores en México acumulan una pérdida de más del 78% del poder adquisitivo de 1987 a 2015?[3]  Evidentemente, no.
 
El divorcio entre la política monetaria y los resultados para el combate a la desigualdad, también deberían cuestionarnos sobre la pertinencia o no de mantener el rumbo actual. Con un país, que está en el lugar 87 de 113 por su desigualdad; donde el 76% de los países tienen una menor desigualdad de ingreso que México[4], deberíamos ver si la manera de conducir el Banco de México sólo ve por quienes tienen dinero en sus bolsillos.
 
La estrategia hasta ahora ha sido una negociación del salario mínimo que anula el poder de compra de las familias: en 2014 sólo alcanza a comprar una cuarta parte de lo que se podía adquirir en 1976 ó poco más de un tercio en 1969.
 
La decisión que este Senado está por tomar debe ser vista no en función del perfil de una persona, sino por el país. Para la izquierda es el momento propicio para reiterar que la conducción de la política monetaria, como uno de los instrumentos de la política económica que el país ha aplicado por más de 30 años no merece una ratificación o un voto de confianza. Al contrario. No son suficientes los méritos personales de Agustín Carstens para que el PRD de su voto a favor. Es necesario ampliar la mirada. Escuchar la inconformidad de las y los mexicanos frente a la actuación de sus instituciones. Incluidas las responsables de los malos resultados que se han tenido en materia de crecimiento económico, del poder adquisitivo y del fortalecimiento de nuestra moneda. De privilegiar por años el control de la inflación a costa de tener el salario mínimo estancado y que el Banco de México se sienta ajeno, que prefiera contener el dato inflacionario a costa de mantener en la pobreza a millones de mexicanas y mexicanos.
 
Este Senado también debe asumir el reto que el Banco de México debe reformarse, sus funciones no pueden ser solamente las del control de la inflación y el tipo de cambio, también deben ser las del impulso al crecimiento económico, la creación de empleos y el acceso al crédito para al conjunto de los sectores productivos del país.
 
Ratificar la propuesta de Enrique Peña Nieto es validar un proyecto que ha llevado al país al estancamiento económico, a la monopolización de nuestra economía y la pérdida de soberanía, a profundizar la desigualdad y la pobreza, a priorizar los intereses de una minoría con relación al conjunto del país. Es una propuesta que no podemos avalar, no queremos más neoliberalismo, no queremos más imposiciones externas sobre la conducción y el rumbo de nuestra economía, lo que está en juego es el futuro y la viabilidad de México en el corto y mediano plazo.
 
 
[1] Columna publicada el 16 de Agosto de 2018, Periódico Reforma
[3] Centro de Análisis Multidisciplinario, Reporte de Investigación 120. México: Esclavitud moderna. Cae 78.71% el poder adquisitivo, UNAM,  Junio de 2015, disponible en https://cam.economia.unam.mx/reporte-de-investigacion-120-mexico-esclavitud-moderna-cae-78-71-el-poder-adquisitivo/
[4] Standarized World Income Inequality Database 2008-2012.