Ser nacionalista es bueno

24.06.2016 09:52
La célula básica de la sociedad es la familia. La unión de familia deriva en una institución mayor: la tribu o la colonia. La unión de tribus y colonias forma comunidades y la integración de comunidades, da paso a las naciones.
No se puede entender el concepto de nación, si antes no se valora y se defiende a su pilar fundamental: la familia.
Cada familia tiene características diferentes, lo que no le impide establecer relaciones de sana convivencia con las otras familias con las que interactíua.
De igual manera, cada colonia o región, tiene atributos propios, que se manifiestan a través del regionalismo.
Las regiones, por su parte, se integran con base en los valores superiores, como la nación y la patria.
Nuestro México ejemplifica esto, de manera ejemplar.
La imperfección humana y los abusos
El ser humano está llamado a trabajar para alcanzar esos valores superiores, a partir del bien, la verdad, la libertad, la justicia, el respeto, etcétera.
Sin embargo, sus limitaciones e imperfecciones le llevan a cometer errores y a provocar el mal, de manera intencionada.
La historia es un voluminoso catálogo de yerros y abusos.
Esto permite entender, por ejemplo, por qué la familia está bajo el asedio más devastador de la historia. Y por qué la identidad y la unión de las naciones, también.
Los voceros de la globalización aseguran que los defensores de la familia (constituida  por padre, madre e hijos) son "promotores del odio y la discriminación" cuando, en realidad, están en su derecho de defender a la institución humana por excelencia.
Esos mismos portavoces del gobierno mundial desacreditan a las personas que aman su nación, que defienden su patria y fomentan el bien común. Les achacan adjetivos como "fanáticos", "xenófobos" y "violentos".
¿Por qué? Muy sencillo: porque entienden que en una economía libre, lo primero que se tiene qué hacer es proteger a sus compatriotas de las operaciones leoninas del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, Wall Street, la Citi, etcétera.
Y es que en la "economía libre" intervienen esas grandes corporaciones que -con su poder- distorsionan el funcionamiento del mercado, en beneficio de los monopolios y los oligopolios y en perjuicio de los micro, pequeños y medianos empresarios.
Defenderse de los supracapitalistas no es xenofobía y discriminación: es elemental cuestión de supervivencia.
La célula básica de la sociedad es la familia. La unión de varias familias deriva en una institución mayor: la tribu o la colonia. La unión de tribus y colonias forma comunidades y la integración de comunidades, da paso a las naciones.
 
No se puede entender el concepto de nación, si antes no se valora y se defiende a su pilar fundamental: la familia.
 
Cada familia tiene características diferentes, lo que no le impide establecer relaciones de sana convivencia con las otras familias con las que interactúa.
 
De igual manera, cada colonia o región, tiene atributos propios, que se manifiestan a través del regionalismo.
 
Las regiones, por su parte, se integran con base en los valores superiores, como la nación y la patria.
 
Nuestro México ejemplifica esto, de manera ejemplar.
 

La imperfección humana y los abusos

 
El ser humano está llamado a trabajar para alcanzar esos valores superiores, a partir del bien, la verdad, la libertad, la justicia, el respeto, etcétera.
 
Sin embargo, sus limitaciones e imperfecciones le llevan a cometer errores y a provocar el mal, de manera intencionada.
 
La historia es un voluminoso catálogo de yerros y abusos.
 
Esto permite entender, por ejemplo, por qué la familia está bajo el asedio más devastador de la historia. Y por qué la identidad y la unión de las naciones, también.
 
Los voceros de la globalización aseguran que los defensores de la familia (constituida  por padre, madre e hijos) son "promotores del odio y la discriminación" cuando, en realidad, están en su derecho de defender a la institución humana por excelencia.
 
Esos mismos portavoces del gobierno mundial desacreditan a las personas que aman su nación, que defienden su patria y fomentan el bien común. Les achacan adjetivos como "fanáticos", "xenófobos" y "violentos".
 
¿Por qué? Muy sencillo: porque entienden que en una economía libre, lo primero que se tiene qué hacer es proteger a sus compatriotas de las operaciones leoninas del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, Wall Street, la Citi, etcétera.
 
Y es que en la "economía libre" intervienen esas grandes corporaciones que -con su poder- distorsionan el funcionamiento del mercado, en beneficio de los monopolios y los oligopolios y en perjuicio de los micro, pequeños y medianos empresarios.
 
Defenderse de los supracapitalistas no es xenofobía y discriminación: es elemental cuestión de supervivencia.
 
Cada familia -decíamos al principio- tiene características diferentes, lo que no le impide establecer relaciones de sana convivencia con las otras familias con las que interactúa. Lo mismo pasa con las naciones: cada una tiene el derecho de preservar su esencia, a cambio de no imponerla a las demás.
 
El triunfo del Brexit, por lo tanto, no merece descalificaciones gratuitas. Por algo, la mayoría de los británicos votó a su favor.