Adormecimiento social

11.08.2015 12:07

Por Miguel Ayala Vieyra.

Quizá uno de los indicadores más grandes del grave problema de corrupción que vivimos en el país, es el del adormecimiento social ante situaciones, que en un contexto de auténtico estado de derecho y responsabilidad ciudadana, no merecerían más que la aplicación llana de la justicia, y no el mero acto contemplativo indiferente de la sociedad.

Esta reflexión me surge ante la ola de noticias, análisis  y entrevistas generadas a partir del proceso electoral del pasado 7 de junio. La gran mayoría hace hincapié en la fragilidad de nuestra democracia, en la actuación lamentable de verdaderos caciques que sin empacho alguno imponen candidatos, acarrean gente, compran votos y voluntades; en candidatos que reciben  fajos de dinero, comprometiendo con ello su actuar con intereses particulares que no tienen nada que ver con los intereses de la comunidad.

Santo y seña de cada personaje. Se sabe quiénes son, cómo operan. Sus hechos lo demuestran. Quizá uno de los ejemplos más sonados sea el del gobernador Manuel Velazco y el partido de donde proviene. La forma tan descarada de hacerse de una gran mayoría de votos para el Partido Verde en Chiapas, deberían ser motivo suficiente para una investigación seria por parte de la Fepade. Sin embargo no se hace nada.

Es decir, no sólo no se castiga conforme a lo establecido por la ley, antes bien, desde su púlpito, diversos analistas dan por sentado que aunque esté mal, la realidad es así y no hay más, es parte de la forma de hacer política en nuestro país. Llama la atención por ejemplo lo señalado por el articulista Pablo Hiriart en el Financiero, quien dice que, independientemente de las quejas e impugnaciones ante el Tribunal Electoral por las recientes elecciones en el estado de Chiapas, “lo que tenemos es un triunfo aplastante del Partido Verde, que va a querer replantear los costos de su alianza con el PRI en el país.”

¡Surrealismo puro!, Se da por sentado que el arrasador triunfo del Verde Ecologista, comandado en dicha entidad Manuel Velasco, a pesar de ser fruto de prácticas antidemocráticas, sentará las bases para una nueva negociación entre PVEM y PRI, buscando los primeros una mayor tajada en la repartición de cuotas de poder.

Sí, hicieron trampa; sí, representan toda la escuela de aquel viejo (y no tan viejo) PRI acostumbrado al carro completo, al acarreo, a todo tipo de alquimia electoral con el único propósito de mantener a su gente en el poder; sí, no fue un triunfo honesto, ganado a partir del convencimiento genuino de la población. Sí, pero así es la política, y el Partido Verde ganó.

Lo verdaderamente lamentable es que este argumento se repite una y otra vez, hasta volverse parte del inconsciente nacional: reconocemos el mal actuar por parte de algunos servidores públicos, pero ya no nos indigna, y si llegara a indignarnos no pasa de ese mal sabor de boca y autolamentación malsana por lo mal que está México.

Otro ejemplo. Los medios de comunicación, analistas y comentaristas, dan cuenta de múltiples irregularidades en el padrón de afiliados del Partido Acción Nacional. No pasa nada. Los involucrados en el caso hacen uso de malabares dialécticos para justificar o darle la vuelta a un acto lo que debería ser inminentemente condenable: “Ese es un asunto que no le compete al partido sino al órgano electoral, y éste tendrá que resolverlo” dice el panista Max Cortazar. Frase mágica que podría traducirse como “no me importa si hay o no irregularidades en la lista de panista, sobre todo porque éstas benefician a mi candidato. Ya que otros se encarguen de decir si lo hay o no”.

Y qué decir de la patética actuación tanto del PRD y MORENA en la ciudad de México durante la jornada electoral pasada. Compitiendo en artimañas, rebase a topes de campaña, etc. No importan las propuestas sensatas e inteligentes para ganarse al electorado. No. Lo que importa es de qué forma puedo ganar a como dé lugar a mi contrincante.

¿Y qué resalta la comentocracia en los medios de comunicación? Que Morena arrebató cinco delegaciones al PRD, que la ciudadanía ¡¡¡castigó!!! al PRD en la Ciudad de México. ¿En verdad hubo juego limpio en las elecciones que se vivieron en el Distrito Federal? En el fondo parece que no importa. La opinión pública sólo da cuenta del triunfo de López Obrador en su periplo al 2018 y la debacle del Sol Azteca en su mayor bastión. En sí eso es lo que parece importar a la ciudadanía: cómo se van acomodando los nuevos cuadros de poder en México. El cómo llegaron a ellos pasa a segundo plano, se vuelve irrelevante. Claro que se critica, se señalan los abusos y violaciones de los partidos, pero al paso de los días todo vuelve a centrarse en el reacomodo de los puestos públicos.

La ciudadanía cae en el juego de los políticos, de la clase política que ha secuestrado la democracia en nuestro país. Es así como los hemos empoderado.

Indudablemente se han dado pasos importantes en la consolidación de una auténtica democracia en nuestro país. Pero el camino aún es largo. Los abusos por parte de nuestros políticos siguen siendo una constante. Y en tanto como sociedad civil no asumamos a cabalidad todo ello y actuemos en consecuencia con la madurez y responsabilidad que se nos requiere, seguiremos siendo cómplices, quizá inconscientes, del deterioro político que actualmente padecemos.