Desunión, debilidad latinoamericana
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Latinoamérica es una región rica en todos sentidos, pero su falta de unidad, fomentada por los promotores de la globalización, tiene mucho que ver con su actual debilidad.
Agustín de Iturbide y Simón Bolívar trataron, sin éxito, de concretar la alianza del Primer Imperio Mexicano y la Gran Colombia, en 1822. De entonces, a la fecha, no se ha dado ningún intento serio de preservar identidades, conjuntar fortalezas y abatir desigualdades, de manera coordinada.
Ahora que el 2016 vive sus últimos días, se puede apreciar con toda claridad de qué manera las ideologías supranacionales (neoliberalismo y socialismo) mantienen paralizada a la región. Para comprobarlo, baste mencionar a las dictaduras izquierdistas de Venezuela, Bolivia y Nicaragua, así como a los regímenes neoliberales de México y Argentina.
Los dueños de la baraja geopolítica latinoamericana se valen de la falsa alternancia para engañar a la opinión pública y evitar que ésta reaccione de manera organizada y eficaz, a su cada vez mayor cautiverio y control.
La partidocracia latinoamericana, infectada por el liberalismo masónico, nunca permitirá -por lo tanto- la verdadera unidad regional por la sencilla razón de que chocaría con los planes globalistas del Consejo de Relaciones Exteriores, de la Comisión Trilateral, del Club de Bilderberg y demás engendros de la plutocracia internacional.
Imagine usted por un momento, querido lector, el potencial de una Latinoamérica unida, con economías sólidas lo mismo en México que en Brasil; en Argentina, Chile o Uruguay; con el potencial de naciones como Perú, Venezuela o Colombia, por citar sólo a algunas.
En este ejercicio, piense en que el trueque facilite las transacciones regionales y que de manera conjunta se afronte el problema de la deuda: que América Latina pague y no deba. Que se libere de los acreedores internacionales y consolide su propia moneda. Una América Latina unidad que cifre su progreso en el convencimiento de que su mayor riqueza es su gente.
El oro, la plata o los dólares, no se comen. El trabajo, en cambio, produce bienes y servicios.
La plutocracia global lo sabe y por eso, mantiene a la región en una crisis constante.
De ninguna manera proponemos la pérdida de identidad nacional. Ésta, por el contrario, sería la razón sobre la cual establecer la unión.
Lo que proponemos es aplicar algo que la historia nos tiene bien enseñado: que las familias se unen en tribus; que las tribus, en pueblos; que los pueblos, en ciudades; que las ciudades, en regiones; que las regiones, en naciones y éstas, en Confederaciones o Alianzas.
¿Cómo empezar? En cada familia, con fe, porque sin ella, poco se podrá lograr.