Encuentro inédito, pero poco productivo
05.09.2016 14:17
Encuentro inédito, pero poco productivo
Considerado un ejercicio inédito en la historia de nuestro país –en el marco de la obligación constitucional del Ejecutivo de hacer entrega de su Informe de Gobierno al Poder Legislativo–, el pasado jueves 1 de septiembre el presidente Enrique Peña Nieto se reunió con más de 300 jóvenes en el Patio de Honor del Palacio Nacional para responder a sus preguntas directas y a las inquietudes de otros más externadas a través de las redes sociales.
En un formato un tanto acartonado y protocolario –a cada respuesta recibió aplausos, lo cual a mi juicio era innecesario–, el primer mandatario se mostró al principio nervioso, a pesar de su esfuerzo por verse relajado, lo cual por cierto consiguió hasta el final de la sesión.
Manifestó el presidente Peña que decidió cambiar el formato presidencialista del Informe, que hace algunos años incluía un largo mensaje en la tribuna del Congreso de la Unión que a nadie atraía y más recientemente ante la élite empresarial, política, diplomática e incluso religiosa, para ahora tener un encuentro con los jóvenes. “He decidido -dijo- cambiar el monólogo por el diálogo. Hoy en nuestro país se escuchan todas las voces”, apuntó.
En un video pregrabado, reconoció que “hay insatisfacción y descontento en algunos sectores de nuestra sociedad. La corrupción y la impunidad dañan la vida del país y agravia el crecimiento lento de la economía”.
Pese a que el encuentro se prolongó más de lo programado, no dio tiempo de responder a todas las preguntas que se preveían; sin embargo, temas como la visita –un día antes– del controvertido candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, fueron tocados entre los cuestionamientos de los jóvenes, así como la caída en picada que ha tenido el titular del Ejecutivo Federal en su nivel de aceptación entre los ciudadanos.
Sobre este último punto, Peña Nieto respondió: “Como presidente de México me ocupa servir al país. Dar lo mejor de mí para lograr un mayor desarrollo y mejores oportunidades para todos. Y para eso algunas veces he tomado decisiones que no necesariamente son populares, pero no gobierno para ser popular”.
Y me detengo en esta última afirmación porque, si bien entiendo, el sentido de la frase es válido en cuanto ubica los intereses del país por encima de la aceptación o rechazo que como primer mandatario pueda tener entre la población, pero es cierto también que el reconocimiento a la labor de un mandatario está directamente relacionado con los resultados de sus decisiones y de su gestión en general. Esto es, que si la conducción del país efectivamente ayuda a mejorar las condiciones de vida de todos los ciudadanos, en esa misma proporción será mejor calificada y reconocida esa labor de dirigir la nación.
De manera que el presidente no puede separar las acciones de gobierno, por muy bien intencionadas que éstas sean, de los resultados de las mismas; ni tampoco desligar esos resultados, de la percepción que dejan entre la sociedad. De manera que si sus índices de popularidad son los más bajos de un presidente de México al inicio del cuarto año de gobierno, todavía le queda un poco más de un par de años de administración para repuntar en este indicador social.
Es menester que las decisiones y políticas de su gobierno, las tome el presidente Peña de ahora en adelante, no para elevar su popularidad per se, sino para el beneficio de las mayorías, revirtiendo en lo posible las desigualdades sociales y abriendo las oportunidades para abatir la pobreza, generando más empleos, pero bien remunerados.
En el encuentro con los jóvenes el presidente presumió que se han generado en su administración poco más de dos millones de empleos formales, lo cual es cierto; lo que no dijo Peña Nieto, y los datos del Inegi lo revelan, es que más de un millón 200 mil de esas fuentes de trabajo se generaron con un ingreso de apenas un salario mínimo.
De manera que no basta con promover y “contar las cosas buenas”, como reza el spot de su Cuarto Informe de Gobierno, que efectivamente sí se hacen, hay que reconocerlo, pero tiene que ir a fondo el presidente Peña en temas como el combate a la corrupción, la inseguridad y la injusticia que todavía soportamos los mexicanos en el diario vivir.
Manuel Araujo Martínez
5 sep. 2016
Considerado un ejercicio inédito en la historia de nuestro país –en el marco de la obligación constitucional del Ejecutivo de hacer entrega de su Informe de Gobierno al Poder Legislativo–, el pasado jueves 1 de septiembre el presidente Enrique Peña Nieto se reunió con más de 300 jóvenes en el Patio de Honor del Palacio Nacional para responder a sus preguntas directas y a las inquietudes de otros más externadas a través de las redes sociales.
En un formato un tanto acartonado y protocolario –a cada respuesta recibió aplausos, lo cual a mi juicio era innecesario–, el primer mandatario se mostró al principio nervioso, a pesar de su esfuerzo por verse relajado, lo cual por cierto consiguió hasta el final de la sesión.
Manifestó el presidente Peña que decidió cambiar el formato presidencialista del Informe, que hace algunos años incluía un largo mensaje en la tribuna del Congreso de la Unión que a nadie atraía y más recientemente ante la élite empresarial, política, diplomática e incluso religiosa, para ahora tener un encuentro con los jóvenes. “He decidido -dijo- cambiar el monólogo por el diálogo. Hoy en nuestro país se escuchan todas las voces”, apuntó.
En un video pregrabado, reconoció que “hay insatisfacción y descontento en algunos sectores de nuestra sociedad. La corrupción y la impunidad dañan la vida del país y agravia el crecimiento lento de la economía”.
Pese a que el encuentro se prolongó más de lo programado, no dio tiempo de responder a todas las preguntas que se preveían; sin embargo, temas como la visita –un día antes– del controvertido candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, fueron tocados entre los cuestionamientos de los jóvenes, así como la caída en picada que ha tenido el titular del Ejecutivo Federal en su nivel de aceptación entre los ciudadanos.
Sobre este último punto, Peña Nieto respondió: “Como presidente de México me ocupa servir al país. Dar lo mejor de mí para lograr un mayor desarrollo y mejores oportunidades para todos. Y para eso algunas veces he tomado decisiones que no necesariamente son populares, pero no gobierno para ser popular”.
Y me detengo en esta última afirmación porque, si bien entiendo, el sentido de la frase es válido en cuanto ubica los intereses del país por encima de la aceptación o rechazo que como primer mandatario pueda tener entre la población, pero es cierto también que el reconocimiento a la labor de un mandatario está directamente relacionado con los resultados de sus decisiones y de su gestión en general. Esto es, que si la conducción del país efectivamente ayuda a mejorar las condiciones de vida de todos los ciudadanos, en esa misma proporción será mejor calificada y reconocida esa labor de dirigir la nación.
De manera que el presidente no puede separar las acciones de gobierno, por muy bien intencionadas que éstas sean, de los resultados de las mismas; ni tampoco desligar esos resultados, de la percepción que dejan entre la sociedad. De manera que si sus índices de popularidad son los más bajos de un presidente de México al inicio del cuarto año de gobierno, todavía le queda un poco más de un par de años de administración para repuntar en este indicador social.
Es menester que las decisiones y políticas de su gobierno, las tome el presidente Peña de ahora en adelante, no para elevar su popularidad per se, sino para el beneficio de las mayorías, revirtiendo en lo posible las desigualdades sociales y abriendo las oportunidades para abatir la pobreza, generando más empleos, pero bien remunerados.
En el encuentro con los jóvenes el presidente presumió que se han generado en su administración poco más de dos millones de empleos formales, lo cual es cierto; lo que no dijo Peña Nieto, y los datos del Inegi lo revelan, es que más de un millón 200 mil de esas fuentes de trabajo se generaron con un ingreso de apenas un salario mínimo.
De manera que no basta con promover y “contar las cosas buenas”, como reza el spot de su Cuarto Informe de Gobierno, que efectivamente sí se hacen, hay que reconocerlo, pero tiene que ir a fondo el presidente Peña en temas como el combate a la corrupción, la inseguridad y la injusticia que todavía soportamos los mexicanos en el diario vivir.