Inseguridad, Impunidad y Desigualdad

03.10.2016 13:48
 
Muchos son los problemas que aquejan la vida diaria de los mexicanos, pero los más severos, por sus repercusiones no sólo individuales sino en la misma sociedad, son desde mi punto de vista tres: la inseguridad; la impunidad, y la desigualdad.
 
Todos sabemos del gran número de delitos que se cometen cada día en todos los rincones del país y poco ayuda que los gobernantes se empeñen en afirmar que éstos van en descenso. Desde los robos cometidos contra los usuarios del transporte público, donde los asaltantes obligan a punta de pistola a los ciudadanos comunes a entregarles sus pertenencias, pocas o muchas, hasta atracos en plenas vías primarias donde impunemente roban a automovilistas, o el secuestro y asesinato de una joven estudiante universitaria y de otra mujer mayor cometidos por un franelero.
 
Ejemplos surgen todos los días y pocos, realmente pocos delincuentes son los pagan por sus fechorías. Ahora, gracias a las redes sociales que permiten denunciar y evidenciar en video los delitos, es que las autoridades se movilizan para resolver esos casos fuertemente mediáticos por su difusión. Pero, ¿cuántos otros quedan impunes? 
 
Ligada al incremento en la inseguridad está sin duda la impunidad, porque la gran mayoría de los delitos no se denuncian, sobre todo por la falta de confianza y credibilidad en las autoridades procuradoras e impartidoras de justicia que dejan mucho que desear, lo que estimula a los delincuentes, ya que son ínfimas las posibilidades de que sean capturados. Baste decir que de acuerdo con la Encuesta  Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, difundida por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el año pasado se cometieron en el país 29 millones de delitos, sí leen ustedes bien estimados lectores ¡29 millones de delitos! en un año, y además, lo peor: 93 por ciento de estos  quedó en la impunidad.
 
Y la desconfianza social se da no sólo en los casos de delincuencia común, sino también cuando nos enteramos de los abusos cometidos por gobernadores que se sienten virreyes y en general de una clase política que satisface sus apetitos de riqueza y poder, y no atiende las necesidades de sus representados, que además somos los que pagamos sus sueldos y jugosas prestaciones.
 
Y respecto a la desigualdad, ésta se da no sólo en el ámbito económico y de ingresos, lo que deriva en una brecha cada vez mayor entre los ricos y pobres de este país, sino en la marginación social y falta de oportunidades.
 
Sólo enumero a manera de clara evidencia algunos datos del estudio “Desigualdad Extrema en México. Concentración del Poder Económico y Político”, elaborado por la organización no gubernamental Oxfam México:
 
-A pesar de ser la economía mundial número 14 en cuanto a tamaño, en México 45 millones de mexicanos viven en la pobreza, lo que mantiene al país en un círculo vicioso de desigualdad, bajo crecimiento y pobreza.
 
-Comparados 23 países, México muestra el mayor nivel de concentración de ingreso: el 1 por ciento de la población recibe 21 por ciento del ingreso total del país. 
 
-Los ricos se hacen más ricos. La riqueza de los cuatro mexicanos más acaudalados: Carlos Slim (77,000 millones de dólares); Germán Larrea (13,900 mdd); Alberto Baillères (10,400 mdd), y Ricardo Salinas Pliego (8,000 mdd) asciende al 9.5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del país.  En 2002, la fortuna de estos cuatro sólo representaba “sólo” 2 por ciento del PIB.
 
-La falta de competencia económica y un débil marco regulatorio constituyen el escenario ideal para el abuso de sectores privilegiados, empresas con un cierto poder monopólico u oligopólico, que gozan de concesiones.
 
-Un régimen fiscal favorable a los más ricos. En una economía tan desigual como la mexicana, esto significa que los hogares pobres pueden terminar pagando, en forma de impuestos, más que los hogares ricos.
 
-La población indígena es 4 veces más pobre. Mientras que 38 por ciento de la población hablante indígena vive en pobreza extrema, el porcentaje correspondiente para la población total es inferior al 10 por ciento. Esto implica que la tasa de pobreza extrema para la población hablante indígena es casi 4 veces más alta que la de la población en general.
 
Ante estas cifras tan contundentes de marginación y desigualdad poco hay que agregar. Quizá, sólo pugnar porque la presión social sea el camino para que quienes dirigen a este país trabajen verdaderamente por mitigar, ya que erradicar suena utópico, estas tres problemáticas sustantivas de nuestra vida diaria.