La ineficiencia gubernamental desgasta cada vez más al Estado mexicano
Hoy, lunes 26 de enero, se cumplen cuatro meses de los trágicos acontecimientos de Iguala, que costaron la vida a seis personas; lesiones, a por lo menos 20, y la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Rural Isidro Burgos, de Ayotzinapa, Guerrero.
La tragedia se debió, a no dudarlo, a la ineficiencia de las instituciones de gobierno; la marcha de hoy, y la mayoría de las que paralizan cotidianamente al país, tienen las mismas causas.
Esa ineficiencia gubernamental desgasta cada vez más al Estado mexicano, que se ve atrapado entre la corrupción, la ineficiencia, la indolencia, la inseguridad y la inmadurez.
Sí: la inmadurez de gran parte del electorado que todavía vota porque le dan una camiseta, o una despensa; porque instalan dos tablones y 10 sillas, para que las personas beban agua de sabor, de manera gratuita (como sucede esta mañana en el Parque Pedro Plascencia Salinas, de la delegación Miguel Hidalgo); o porque le llevan a siete trabajadores de limpia, para barrer su calle, una o dos veces al año, como sucedió hoy en la colonia Verónica Anzures, de la Ciudad de México, donde el jefe delegacional con licencia, Víctor Hugo Romo, sigue mandando (y utilizando cartelones oficiales, para promocionar su candidatura a diputado local).
La inmadurez del electorado es aprovechada al cien por ciento por la partidocracia (nueva especie de la delincuencia organizada), para enriquecerse, en demérito de la dignidad nacional, y de la dignidad de cada uno de los mexicanos.
En conclusión: el cambio debe partir de la sociedad, de los ciudadanos, quienes deben hacer valer -dicho así, literalmente- sus votos. ¿Cómo? No dándoselos a cualquiera y negándeselos a quienes no los merezcan.