La solución está en la suma de voluntades

04.03.2015 13:09

Ayer, a través de una de las redes sociales, me pidieron definir a México, con una sola palabra. Mi respuesta fue la siguiente: "Mediocridad".

Son múltiples los ejemplos que tengo, para sustentar mi dicho. Enumeremos algunos:

1. Políticos, como Marcelo Ebrard, que brincan de partido en partido: Partido Revolucionario Institucional, Partido del Centro Democrático, Partido Verde Ecologista de México, Partido de la Revolución Democrática, y -ahora- Movimiento Ciudadano.

2. Políticos, como el mismo Ebrard, que vuelan en jets privados, a Las Vegas, y autorizan obras que ponen en riesgo la vida de cientos de miles de personas (Línea 12 del Metro).

3. Políticos como el alcalde de San Blas, Nayarit, Hilario Ramírez Villanueva, “Layín”, que se jacta de robar "poquito", y que levanta las faldas a las mujeres con que baila.

4. Políticos como el secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray Caso, que abren la sesión de la Bolsa de Valores de Londres, en tanto que tienen cada vez más castigada, a la economía nacional.

5. Políticos como la senadora Angélica de la Peña, esposa de Jesús Ortega, cacique del PRD, quien declara que el ejercicio democrático del poder debe sujetarse al respeto y garantía de los derechos humanos. Eso, exactamente, es lo primero que no se hace al interior del partido del sol azteca.

6. Subversivos disfrazados de profesores, que dejan sin clases a millones de niños, y afectan el tránsito de la capital del país, cada vez que se les antoja.

7. Con actrices, como Carmen Salinas, que viven de "aventureras", y que son convertidas en diputadas federales, no más porque sí.

Por esto, y por mucho más, México ha sido convertido en un país mediocre.

Lo cierto es que la Patria tiene remedio. ¿Cómo? Dejando de votar por los truhanes de la política; dejando de consumir droga; dejando de comprar productos pirata; dejando de incurrir en infracciones de tránsito; dejando de ofrecer soborno a los policías viales; dejando de ver los programas vulgares de la televisión; dejando de escuchar la programación basura de la radio; dejando de festejar y replicar cualquier contenido lascivo de Internet.

La solución a la mediocridad de México está en la suma de buenas voluntades. En el pasar de la queja que deprime, a la acción que corrige y reconstruye.