La sombra de la duda
De niños admirábamos y queríamos al Ejército. De mayores, la inmensa mayoría de los mexicanos continuamos queriendo y respetando a nuestros soldados.
La problemática del país durante los tres más recientes sexenios es la falta de confianza en el Presidente; y con los sucesos del año pasado (2014), en Tlatlaya e Iguala, el pueblo sospecha que “hay algo oculto”.
El desempeño del régimen de Peña Nieto, se presta para ocultar, no para aclarar. Queremos ver nítida la obediencia al Ejecutivo federal por parte del Ejército, porque él (Peña Nieto) y otros que sí son militares pero de mandos altos y medios, pudieran haber introducido su mano en ambos casos. No tenemos sospecha, el pueblo, de los militares… pero el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, puede ordenar lo que le venga en gana.
El secretario de la Defensa Nacional, general de División Diplomado de Estado Mayor, con 52 años de servicios, Salvador Cienfuegos, le dijo al reportero Santos Mondragón, de Televisa, que defendía a sus soldados, no permitiría que los entrevistaran como si fuesen criminales.
Pero el general de cuatro estrellas le mostró al periodista su descontento porque las fuerzas castrenses fueran entrevistadas por la prensa y remachó diciendo que los militares “no estamos preparados” para ejercer funciones policíacas. “¡No nos gusta!” Eso proclamó el general secretario y agregó: “No nos sentimos cómodos”.
¿Qué hacer?
Las Naciones Unidas quieren que los soldados sean acuartelados. La ONU no simpatiza con las milicias. No hace caso ni de soberanías, ni de disciplinas estoicas.
Pero, la realidad demanda la presencia de los militares, no sólo en México, sino en múltiples países del mundo.
Al señor secretario le sugerimos que si no está a gusto con el cargo, lo diga, porque cuando le ofrecieron la Secretaría de la Defensa Nacional debió haber dicho que no.
Ahora bien, Peña Nieto prometió una Gendarmería Nacional. ¿Y dónde está? Está diluida entre las muchas corporaciones policíacas que trabajan en el país. No fue el remedio. En dos palabras: hacen falta policías probos, o sea, honestos, conocedores de los últimos adelantos en criminalística, bien pagados y -lo principal- patriotas.
Nosotros, los civiles, también somos soldados pero luchamos cada uno en su trinchera, sin pretensiones de homologarnos con nuestros heroicos defensores de la patria; y hacemos lo que cada quien tiene y debe de hacer para contravenir los oscuros designios, tanto de la ONU como de los apátridas. Somos nosotros ahora los descontentos con las noticias negativas que se les adosan a las fuerzas armadas, porque estamos conscientes de que cumplen con su deber a cabalidad y son algunos en altos puestos, o muy bien relacionados, los que cometen el crimen de ordenar que se dispare contra gente inerme o casi inerme.