No perdamos de vista los retos estructurales

25.01.2016 14:04

Por: Juan Pablo Castañón, Presidente del Consejo Coordinador Empresarial.

Audio íntegro del mensaje correspondiente al lunes 25 de enero de 2016.

La inestabilidad en los mercados financieros del mundo no cede, lo mismo que la caída de los precios del petróleo, que se ubican en los niveles más bajos en 12 años.

En los países de la península arábiga, donde tuvimos la oportunidad de estar la semana pasada, se habla de una sobreoferta en el mercado y se preparan para ese contexto, incluso con escenarios de hasta menos de 15 dólares por barril.

El efecto ya es considerable: en poco más de un año y medio, el precio de la mezcla mexicana de exportación se desplomó más de 80 por ciento.

Ahora bien, la problemática de coyuntura no debe hacernos perder de vista o dejar de lado, los retos y los esfuerzos de carácter estructural y de largo plazo, en particular en lo que atañe al sector energético.

La reforma energética es mucho más que el petróleo e ingresos para el erario en el corto plazo. No hicimos este cambio histórico para regresar a los tiempos de dependencia de este recurso, como el “rentismo” petrolero que persiste en otras naciones en desarrollo, las cuales hoy están en una posición mucho más difícil que la nuestra ante la contingencia internacional. El valor central de esta reforma es dotar a México de una plataforma energética que nos permita crecer de manera sostenida y sustentable, en el largo plazo.

Se trata de asegurar un abasto suficiente y competitivo a la planta productiva en general –industria, comercio, servicios– y a las personas. De convertir desafíos como la transición energética, en oportunidades de desarrollo, de empleo y de inversión. De afianzar la seguridad energética e impulsar la inversión no sólo en los diferentes ramos de este sector, sino en todos los rubros de la economía.

En los últimos meses, hemos continuado dando pasos firmes en la transformación energética de nuestro país. Sin embargo, hay mucho trabajo por delante, tanto en términos de desarrollo institucional, así como de prospectiva, planeación e inversión desde el lado del sector privado.

La contingencia internacional de bajos precios del petróleo, más que preocuparnos, debe ocuparnos para reforzar la estrategia y la agenda nacional energética. Estamos construyendo para el largo plazo, y por ello no podemos aflojar el paso en la implementación puntual de la reforma energética. La coyuntura no debe cegarnos a las oportunidades que trae la apertura, para nosotros y las siguientes generaciones.

Hay grandes áreas de inversión que debemos maximizar, por ejemplo en el sector eléctrico, ahora que entra en vigor, esta misma semana, el mercado mayorista. Igualmente en fuentes de energía renovables y geotermia, actividades de venta al por menor, refinación y procesamiento de gas, como la petroquímica incluso.  Asimismo, servicios y mantenimiento de infraestructura, inspección, verificación, construcción de plataformas y otros.

Al ejecutarse los proyectos de generación, transmisión y distribución, podrían concretarse inversiones superiores a 140 mil millones de dólares hasta el 2029.

Otro campo fértil para las inversiones será la integración energética de América del Norte, que es fundamental para cuestiones como el abasto de gas para nuestra industria.

Para el sector empresarial hay prioridades bien definidas y nichos de desarrollo muy concretos

Tenemos que incentivar el crecimiento de una industria energética mexicana vigorosa y competitiva, desde una concepción de valor agregado.

Necesitamos trabajar intensivamente en la consolidación de un modelo de consorcios, para detonar la inserción de las Pymes en contratos de empresas tractoras que se ejecuten en las regiones, particularmente en los 12 estados que concentran la actividad y potencial energéticos.

Paralelamente, buscamos que los nuevos proyectos en materia energética beneficien directamente al mercado interno mexicano y a nuestras pequeñas y medianas empresas.

Debemos dar un gran impulso al contenido nacional; por ello proponemos  un sistema nacional de certificación para empresas, integrar un registro nacional de proveedores y crear mecanismos que faciliten la participación de las empresas mexicanas en las cadenas de valor y abastecimiento que se generarán alrededor de las inversiones.

Necesitamos multiplicar los proyectos y generar más alianzas entre las empresas productivas del Estado y la iniciativa privada, nacional y extranjera, con una actuación proactiva por ambas partes.

Igualmente, hay que hacer un gran esfuerzo en la provisión de líneas de crédito públicas y privadas para proyectos energéticos, así como acuerdos marco de política industrial y de desarrollo regional ligados a la reforma.

Para dar profundidad a todos estos procesos, debemos apostar más a las universidades y centros de investigación y desarrollo e Innovación, con el modelo de “triple hélice” donde se involucren las universidades y los centros de investigación a las empresas y la política pública. Paralelamente, necesitamos generar más capital humano relacionado con el sector, capacitarlos, formarlos en nuestros centros de formación, desde la educación media superior y superior.

Desde luego, hoy es claro que se requiere de una reingeniería profunda de Pemex, para darle viabilidad y que pueda salir adelante de la muy difícil circunstancia que enfrenta. Esto implica tareas de reconversión de plantas; poner atención en prácticas y procesos administrativos, industriales e inclusive sindicales o de seguridad que merman sus recursos, y la hacen imposible seguir creciendo y desarrollarse. Es fundamental propiciar alianzas y sinergias con el sector privado.

El reto es claro; que nuestro sector energético evolucione de manera integral y estructural para que sea un puntal del crecimiento sostenido e incluyente que necesitamos detonar en México. Aprovechemos las circunstancias y volteemos a ver las oportunidades que tenemos para disminuir los costos de energía para las industrias, y así, con este tipo de cambios tener un mayor potencial para el desarrollo de las exportaciones mexicanas, inclusive la integración de las cadenas de valor.

En esta perspectiva está el desarrollo futuro de México, pensando que los precios del petróleo probablemente regresarán, pero difícilmente lo harán en el corto plazo.