¿Para qué cambiar?

03.10.2014 12:13
 
“Cuando era joven y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo.
Según fui haciéndome mayor, pensé que no había modo de cambiar el mundo, así que me propuse un objetivo más modesto e intenté cambiar sólo mi país.
Pero, con el tiempo, me pareció también imposible. Cuando llegué a la vejez, me conformé con intentar cambiar a mi familia, a los más cercanos a mí.
Pero tampoco conseguí casi nada. Ahora, en mi lecho de muerte, de repente he comprendido una cosa: si hubiera empezado por intentar cambiarme a mí mismo, tal vez mi familia habría seguido mi ejemplo y habría cambiado, y con su inspiración y aliento quizá habría sido capaz de cambiar mi país y —quien sabe— tal vez incluso hubiera podido cambiar el mundo.”
 
Particularmente y casi a diario, escucho gente quejarse de todo y por todo pero no ejercen una solución. Personas desquiciadas, infelices, egoístas; personas sin amor: justo por la mañana, camino al trabajo, escuchaba como un señor hablaba por su móvil con –supongo- su hija e iracundo le gritaba que lo tenían “hasta la m..., que chin... a su madre (ella y su hermana) con sus problemas, que no le interesaba lo que hicieran…. Que ya no le llamaran”  Y no falta seguir describiendo el drama. 
 
¿Por qué hablarle así a un hijo? ¿Por qué la violencia? ¿Por qué el descontento? ¿Por qué tantas cosas? ¿Por qué no cambias? Y entre tantos porqués nos veríamos envueltos en infinidad de excusas. 
 
¿Para qué cambiar? El ‘para’ trae implícito una trascendencia: Para transformar, para aprender, para ser feliz, para crecer…
Tengo en mente aquello que decía Heráclito acerca de éste: el cambio es  la única realidad; lo permanente es pura apariencia. Es la experiencia la que nos muestra continuamente la existencia del cambio: el anciano ya no es niño, el árbol ya no es semilla, la lluvia ya no es vapor; todo está cambiando. Aunque sinceramente, me gusta más pensar en la idea de Empédocles que refiere al amor y al odio como dos fuerzas provocadoras del movimiento; el amor une y el odio separa.  
 
El Universo y nosotros mismos somos un fieri. Si comenzamos nosotros mismos por tener una buena disposición, si vemos a los demás con amor, si deseamos el bien, si respetamos, sólo entonces estaremos siendo virtuosos y estaremos dando ejemplo a otros y a otros y a otros. 
 
Si deseamos cambiar a los demás comencemos por cambiar nosotros mismos.