Un verdadero maestro transforma a la Patria en el aula

13.05.2015 22:33

Eran las cinco de la tarde. La profesora Blanca O. Gaona (qepd) daba su clase de historia, a su grupo de 4o. grado, en la Escuela Cosmopolita (demolida, conforme a la moda actual).

La luz del sol se filtraba alegremente, a través de las altas, pero pequeñas ventanas. La Maestra Blanca, como se le conocía, describía la batalla del 5 de mayo de 1862, cuando las fuerzas mexicanas vencieron al Cuerpo Expedicionario del Ejército de Francia, en la Batalla de Puebla.

Los haces de luz solar iluminaban una monografía de tamaño grande, donde resaltaban los rostros de los estrategos mexicanos Ignacio Zaragoza, Porfirio Díaz y Jesús González Ortega. La narración, tan vívida, hacía casi innecesarios los apoyos visuales. 

Sus alumnos, supimos que el ataque comenzó a muy temprana hora; que la batalla fue encarnizada y que se prolongó hasta el anochecer. Que prácticamente concluyó cuando los derrotados invasores fueron perseguidos, de manera implacable, sobre todo por la brigada al mando de Porfirio Díaz Mori.

¡Ah! que relato: las mentes infantiles reconstruían las escenas de la batalla, con los toques de corneta, el estruendo de los cañones, los gritos en francés de las fuerzas extranjeras, el galope de los caballos, los movimientos de los zacapoaxtlas, las descargas de fusilería...

Al final, la reflexión: "Nosotros, también debemos luchar por México. No con rifles y pistolas, pero sí estudiando, haciendo bien lo que nos toca, ayudando al que lo necesita... México empieza en nuestras casas y en nuestros salones de clase."

Nunca, la Maestra Blanca suspendió clase. Nunca participó en marchas. Tampoco hizo a un lado la bandera tricolor, para colocar la roja y negra. Para ella, el escudo nacional estaba absolutamente por encima de hoces y martillos. 

Con ella, aprendimos en ese momento con emoción y décadas después, con una sincera reflexión, que un verdadero maestro transforma a la Patria en el aula, formando buenos ciudadanos, no violentos agitadores que corean consignas huecas y falaces, que permiten a los revolucionarios mantener férreas dictaduras hereditarias.

Para nuestros Maestros que franquearon las puertas de la Eternidad; para los que nos siguen educando en las aulas universitarias; para los que con sus libros nos han enseñado a amar la verdad, aunque sea "políticamente incorrecto" y económicamente nada redituable; para los verdaderos Maestros que sí educan a nuestros niños y jóvenes, nuestra gratitud en este 15 de mayo, y en los días que nos toque vivir. Gracias, porque con su trabajo y ejemplo, México no sucumbirá.