Uniones homosexuales, sí; matrimonios, no

27.06.2015 13:35
Todos los seres vivos tienen fines inmediatos y fines trascendentes.
 
Los fines inmediatos, también conocidos como graduales, son los  que están vinculados a la temporalidad material de los individuos: desarrollarse, fortalecerse y multiplicarse, antes de morir.
 
En la crisálida, por ejemplo, se gesta una mariposa; en el huevo, un pollo. En el cigoto humano, un embrión que se convertirá en feto y luego, en un bebé.
 
En el ámbito estrictamente biológico, el fin trascendente de todos los individuos de es la perpetuación de la especie. La heterosexualidad, prevista por la naturaleza, tiende -por lo tanto- a ella.
 
Si partimos de que lo natural es bueno, tendremos que aceptar que la heterosexualidad es buena, en cuanto a la función trascendente. La limitación temporal de la materia es superada por la fecundación. Así. Sin más.
 
Por lo tanto, lo natural, lo trascendente, de la sexualidad humana es la perpetuación de la especie, la cual sólo se puede lograr a partir de la unión de varón y mujer.
 
La palabra "matrimonio" alude a complementariedad biológica, intelectual, libre, afectiva y espiritual. El matrimonio implica que uno de los seres se desprende de una parte de sí para fecundar al gameto de la otra persona: el óvulo.
 
Si de lo que se habla es del contrato entre personas del mismo sexo, el diccionario no puede ir más allá de la palabra unión. Unión sí, matrimonio, no.
Por lo demás, las uniones homosexuales son estériles, infecundas; no aportan a la perpetuación de la especie. Son incapaces de cumplir con la finalidad trascendente de la sexualidad.
 
No dudamos que pueda haber sentimientos que identifiquen a personas del mismo sexo, pero ni ese sentimiento, ni sus actos corporales, pueden caber dentro del concepto de matrimonio.